“Se sale con más libertad. Con mejor mercado. Sin parches. Con soluciones de fondo”.
Vivir en Uruguay se ha puesto caro. Vivir en el mundo se ha puesto caro. Moverse es caro. Comer es caro. Todo se ha encarecido. Hay carestía y sensación de carestía. La plata da cada día para menos. El bolsito del almacén viene con menos cosas. El boleto del ómnibus cuesta más. El valor del tanque de nafta pasa de costar dos mil y pico a tres mil y algo, o cosas así. El sueldo se achica. Ya se había achicado, pero ahora es más. Había caído el salario real, pero no se notaba tanto. La masa salarial había aumentado. Muchos encontraron trabajo y eso ayudó a un buen clima. Ahora es distinto.
Los indicadores de la inflación de 2022 han sido mayores a los correspondientes al mismo mes del año anterior. Por obvia razón, lo mismo sucede para el acumulado del año hasta marzo. Por primera vez en el año, la inflación en los últimos 12 meses es superior a la de los 12 meses del año móvil cerrado el mes anterior. Las consecuencias de la guerra se reflejan en ese indicador de marzo. Las principales incidencias en la evolución mensual han estado dadas por Alimentos y Bebidas no Alcohólicas. Después aparecen Transporte, Recreación y Cultura, Educación, Restaurantes y Hoteles y Bienes y Servicios diversos, todos ellos varios escalones más abajo que los Alimentos. Dentro de los Alimentos es notable la suba de los panificados, de la carne, de la leche, huevos y quesos, de las legumbres y hortalizas, y de las frutas.
El índice de precios de los alimentos de la FAO alcanzó otro máximo histórico en marzo. Este índice muestra la evolución mensual de los precios internacionales de una canasta de productos alimenticios. Se construye en base a cinco grupos de alimentos ponderados por su participación en el comercio internacional. La suba de febrero a marzo es de 12,6%. Máximo incremento desde la existencia del índice en sus 32 años. Aceites vegetales, cereales, carne, así como también el azúcar y los lácteos explican buena parte del incremento. Los cereales saltaron un 17,1% de un mes al otro. Dentro de estos el trigo lidera la suba. La guerra que involucra al primer y al tercer abastecedor mundial. La preocupación por el estado de los cultivos americanos. El sobreestoqueamiento en Medio Oriente. Las medidas argentinas para asegurar el autoabastecimiento. Todo pesa. Más de 20% de suba en el trigo. El sorgo, 17,3%. La cebada, 27,1%. Los aceites vegetales, 23,2%.
Es cierto que esta suba viene de la mano de la expansión monetaria desordenada de los Estados Unidos. Con las ulteriores dificultades para diluir en el mundo los efectos de esa irresponsabilidad. Estados Unidos que nos tiene acostumbrados a índices de precios del orden del 1% o el 2%, ahora exhibe una inflación de casi el 8%. En Europa la situación no es diferente. La inflación golpea por todos lados. Turquía tiene un 36%. Ni que hablar de nuestros vecinos en la región.
Hay otras razones. Que la economía mundial haya retomado su funcionamiento pos-pandemia en un escenario de bajas tasas de interés tampoco ayudó a morigerar excesos. Por fin la guerra. Los desabastecimientos que provocó directamente. Los de materias primas y los de insumos. La pérdida de mercados enormes en el comercio mundial. También las derivadas de las sanciones. El encarecimiento del gas ruso y del gas todo. La suba del petróleo. Como cada vez que hay dinero y distorsiones. Todo se soluciona con alza de precios. Uruguay está en el mundo. No tiene manera de zafar. Igual puede amortiguar efectos. También aprovechar la oportunidad para hacer los cambios que hay que hacer. Los que hay que hacer y siempre se demoran. Los tolerados privilegios. Las regulaciones que no aportan, pero cuestan. La tentación de agregar costos a los factores de la producción. Ahora hay que actuar. La circunstancia obliga. Pero las consecuencias serán buenas. Cuando se salga de la situación, si actuamos hoy. Si hacemos todos los deberes, Uruguay será otro Uruguay. Competitivo. Barato para vivir y producir.
El Gobierno ha venido tomando medidas para bajar costo de vida y mejorar competitividad. Lo ha hecho desde el primer día. Hay que reconocerlo. Generó ahorros. Abarató el costo del Estado de modo sustantivo. Bajó déficit estructural. Ajustó tarifas por debajo de la inflación observada y de la prevista. Cuidó las finanzas aún durante la pandemia. No dejó que nada faltara, pero cuidó. El cuidado permitió mejorar en todo. En todo, todo. Hasta bajó costo de servicio de deuda. No quiero pensar cómo estaríamos si esta situación nos agarrara con la economía detenida que se llegó a proponer. Si nos hubiera agarrado sin margen de maniobra en tarifas y combustibles. Si cruel es, no quiero imaginar lo que pudo haber sido sin el cambio de conducción.
El ajuste de tarifas se mantuvo por debajo de la inflación en todo momento. El IPC observado para 2021 fue de 7,96%. La OSE ajustó 6%. La UTE 3,5% y descontó hasta el 90% de los consumos a 200.000 hogares. ANTEL no reajustó. En las tarifas hubo rebaja en términos reales. El combustible subió por encima de la inflación. Muy por encima. La suba fue causada por la multiplicación de los precios del petróleo. Reconozcamos que cada suba fue menor a lo que indicaba la paridad de importación. Nos abarató respecto al mundo. Cada suba fue un tercio de lo recomendado. Antes del referéndum fue así y después también. Incluso cuando las cosechas hubo ajuste cero a pesar de la suba del precio de referencia del barril. No había Referéndum ni firmas. Ni siquiera definición de apoyo del Frente. Cuando las plantaciones, fue igual. Recomendación de suba y aguante del Gobierno. Nadie ignora la ayuda. Nadie. Tampoco nadie ignora que la contención de costos tiene límites. Si el aguante de las tarifas genera déficit de atrás, viene la inflación igual. Diferida pero duradera.
El gobierno tomó otras medidas. Abarató el asado a través de la rebaja del IVA. Lo mismo hizo con el pan, la galleta de campaña y el fideo. Medidas por 30 o 60 días a la espera de la preparación de las medidas de fondo. Manini fue por un lado similar, pero subió la apuesta. Aumentó la canasta, mantuvo la rebaja del IVA, pero subió el plazo y pidió achicar los márgenes del comercio. Ciudadanos pidió aumentar ingresos para compensar la suba. No me gusta una propuesta, ni la otra. La primera porque pide sacrificios al comerciante y porque genera distorsiones. Desabastecimientos, baja en la calidad de la oferta, controles. La Coprin no fue la mejor experiencia. Tampoco ahora tenemos mecanismos de control para hacer efectiva una medida de ese tipo. En la segunda, la idea de compensar la suba es inflacionaria. Acá hay que ir por el lado de los costos. Seguir sacando sobrecostos al combustible, seguir bajando tarifas y liberalizar la importación de productos de la canasta. Ese es el camino que paliará la crisis y nos sacará al otro lado de la creciente con abaratamiento de la vida y competitivos. Con parches no es la cosa.
El tipo de cambio afectó de modo negativo la competitividad. Afectó peor a Brasil. Argentina lo fue manejando administrativamente y fue el único país que recuperó una mínima de la competitividad perdida en el tipo de cambio oficial. La suba de commodities trajo producción, empleo y precios. Nos llenó de dólares. Las Reservas treparon a los 21.000 millones. Tal vez sea la oportunidad de adelantar pago de deuda. Una rebaja de intereses alivia el nivel del Gasto.
La respuesta a la pérdida de competitividad está en la rebaja de los costos. Los de intereses, los de ineficiencias, los de burocracia. Todos los costos. Para abaratar la vida hay que abaratar los precios. Eso se hace con baja de costos. También con baja de costos. Es afinándose. No es engordando porque justo nos mandan platas de afuera como precios extraordinarios por nuestras exportaciones. Esos parches son políticos, pero políticos de mirada corta. Pan para hoy. Mucho hambre para mañana.
Presenté ocho proyectos para una reforma del Mercado de los Combustibles. No me meto en cuestiones filosóficas de Monopolio SI o Monopolio NO. Sencillamente le digo a ANCAP que decida si quiere refinar o no. Le fijo un precio de base por el combustible equivalente al de paridad de importación, más gastos de introducción, hasta el depósito de La Tablada. ANCAP decide. Si refina y gana, bien por ANCAP. Si refina y pierde, que no traslade pérdidas a la producción y el trabajo nacional.
Intervenimos en el mercado del cemento. Para que no pese en el precio del combustible y para que se abarate el cemento y se incentive la construcción. Liberalizamos el mercado del envasado y distribución de supergás. El supergás no puede subir porque es el querosene de antes, pero a la plata que entra no se la pueden llevar los concesionarios. Los que envasan y distribuyen llevan el doble del que produce. No puede ser. Al subsidio del boleto lo mejoramos y lo financiamos por otro lado. Incentivamos el transporte eléctrico e híbrido. Mejora ambiental y menor costo de funcionamiento.
En lo tributario la acción es fuerte. Eliminamos el IVA y lo sustituimos por un impuesto fijo de 2 pesos. El gasoil baja 8 pesos y el Estado mantiene su recaudación. Con el IMESI de las naftas proponemos que sirva de amortiguador. Que suba cuando el petróleo baje, y baje cuando el petróleo suba. Tampoco se afecta lo que el Estado recibe. Por último, eliminamos la tasa de inflamables de Montevideo. Montevideo tiene plantas de combustibles como otras tres ciudades. Es la única que cobra.
En la distribución también mejoramos eficiencias. Hacemos que las ineficiencias le duelan al que le deben doler y no a todos los uruguayos. Mejoramos la eficiencia en el uso de algunos recursos del Estado. Es una batería bastante completa.
El costo de las tarjetas de crédito para el comercio es desubicado. El comercio es rehén y paga. Comparte su beneficio con la tarjeta. El comerciante debe ofrecer al cliente el servicio de permitirle pagar del modo que el cliente elija. Allí el mercado no es de competencia. Es un contrato de adhesión. Tómalo o déjalo. Es una relación entre tarjeta y comerciante sin alternativa de negociación. El comerciante termina aceptando. El limite de la usura del BCU es altísimo. El comerciante acepta aranceles cercanos a su margen. El sobrecosto en el mediano y largo plazo se traslada a precios al menos de modo parcial. En el caso de estaciones de servicio, pasajes y otros precios regulados, a la diferencia la absorbe el comercio. También es injusta. En la tarjeta de débito ni siquiera financiamiento hay. Es el cobro por el uso de una plataforma informática. O se topea o se crea una alternativa. Hay que pensar en una billetera electrónica del Banco Central. Los e-pesos ya están creados.
La medida de más impacto es liberalizar las importaciones de los productos del consumo. La liberalización de la importación termina con los márgenes abusivos y las regulaciones excesivas que paga el trabajo nacional. Treinta abusadores no pueden condenar a un pueblo. Al comercio se lo remunera con su margen y el margen debe ser justo. No se puede exigir que lo sacrifique. Tampoco proteger abusos. Nada de investigadores. Libertad. La libertad trae competencia y la competencia pulveriza el abuso. Tampoco trancar el comercio analizando en nuestros laboratorios lo que mejores laboratorios ya aprobaron. Hay que animarse.
Se sale con más libertad. Con mejor mercado. Sin parches. Con soluciones de fondo. Los costos se bajan bajándolos. Los precios se bajan con mercado. El salario no es un índice. El salario es su poder de compra. Es mayor si compra más. Si el país tiene costos competitivos vende más, o gana más en los casos en que no puede incidir en el precio. Es la oportunidad. Hay que hacerlo y hacerlo ya. Es ahora.
Artículo publicado en la columna de Sergio Botana en Montevideo Portal